viernes, 9 de diciembre de 2011

Goa: el paraíso

Como reza el título, es, efectivamente, el paraíso. Quizá mirándolos con otros ojos, frescos o recién llegados, podría quizá no ser para tanto, pero creo que no me equivoco, y por muchos motivos. Este viaje lo hicimos ya hace casi dos meses, por Diwali y aprovechando el puente que había, de miércoles a domingo.

La ida la hicimos el semi-sleeper, y afortunadamente la carretera no tenía demasiados baches. La llegada suele ser a Panjim (o Panaji), donde el viajero decide tomar el camino del norte o del sur. El norte, como todo el mundo comenta, es la zona de la marcha y de los hippies, mientras que el sur es la zona de la tranquilidad y el relax.

Comenzamos nuestro viaje por el norte, por Anjuna. Se dice que es aquí donde acontecen las mejores raves y donde está el mayor hippie de Goa, aunque nosotros no viéramos mucha cosa fuera de lo normal. La verdad es que la playa no era muy grande e incluso parecía más pequeña por el grupo de vacas que se paseaban por la mañana. La arena, dorada con reflejos antracita debido al fondo mineral, se mecía levemente en la orilla con el "rompío" de las pequeñas olas. No demasiada vegetación ni mucha gente en la playa... según dicen, la gente se reserva para por la noche. Al dejar las cosas en la habitación, unos delfines nos saludaron desde el mar mientras nos tomábamos una muy merecida cerveza fría. Nos alojamos en http://www.saiprasadgoa.com/.

Aprovechamos para visitar Baga Beach, no muy lejos de allí en moto, y la verdad es que me recordó mucho a la zona del rompeolas del Galúa, en La Manga, pero con el eje vertical invertido y con chiringuitos. Eso sí... mucha mucha gente. Se delimita la zona habilitada para el baño y el personal de la "Cruz Roja" de aquí (que viste casi como la selección española de fútbol) controlan a los bañistas hindis desde una silla elevada en la orilla y con un megáfono desde una lancha por detrás de las olas. Y hablamos que las olas no superaban el medio metro, pero al parecer esta gente ni sabe lo que es un bañador ni mucho menos nadar, con lo que se quedan cerca de la orilla.

Y aprovechando la ocasión haré un inciso: ellas se bañan casi cubiertas o/y vestidas y ellos con la ropa interior. Hablo de l@s indi@s, por supuesto. Por un lado me desagrada esa desigualdad a la hora de vestir en la playa: ellas muy cubiertas y ellos todo lo contrario. Pero es que, por el otro lado, ellos tienen un gusto horroroso para la ropa interior, y a veces conjuntan esos calzoncillos slip raquíticos con una camiseta interior sin mangas blanca, de las de toda la vida... y os aseguro que por un lado es gracioso verlos pero por el otro da un poco de cosa... como grimilla y todo eso.

Volviendo a Baga... todo el mundo se agolpa en el agua en un espacio muy reducido y controlados por los vigilantes de la playa de turno... y al salir de bañarte, el abordaje de los vendedores de cualquier cosa, que no se dan cuenta de que acabas de salir de darte un baño y que, aunque quisieras comprarles algo, evidentemente no llevas la cartera encima.

De vuelta a Anjuna, el paseo por el mercadillo (el Flea Market) fue bastante agradable, cerca de la playa, con millones de puestos para comprar prácticamente cualquier cosa. Varios restaurantes rebosaban de gente escuchando música en directo y tomando algo, mientras el resto de visitantes veía, negociaba y compraba.

A la mañana siguiente, rumbo al sur, que era realmente lo que necesitábamos como cura de Hyderabad: tranquilidad, playa y buenos alimentos. El primer destino, Agonda, era bastante más desierto de lo que pensábamos, pero el alojamiento tenía muy buena pinta: cabañas nuevas, a 50 metros de la orilla, y muy bien acabadas, pero con el baño fuera y sin techo. De hecho, por la mañana, al lavarnos los dientes saludamos a un macaco que se hallaba a dos metros de nosotros.

La playa era bastante ancha y larga, y terminaba en su parte más occidental en un pequeño peñón bajo el cual se encontraba una minúscula aldea de pescadores que subsisten: ellos, de la pesca en barco con red; ellas, de la recogida de moluscos de las rocas. Por la tarde, un grupo de chiquillos jugaba al cricket en la orilla, y ocasionalmente se veía a alguien pasear por la playa, pero por regla general, allí se paraba el tiempo.

Cerca de nuestro "resort" se iba a oficiar una boda de extranjeros, con elefante y todo. En definitiva, muy tranquila. Y por suerte, el dueño era primo de nuestro amigo Harish y la noche nos salió gratis.

Como último destino, decidimos probar con Palolem, cerca de Agonda (tardamos unos quince o veinte minutos en llegar). Simplemente la visión de la bahía, toda abrigada por palmeras, con arena fina y blanquecina, con poca gente... pensamos que quizá ésta sí que iba a ser nuestra playa. El alojamiento era bastante barato y estábamos a unos diez o cuarenta metros de la orilla (dependiendo de la marea), y desde nuestro porche veíamos el mar... qué más se puede pedir?

Por toda la extensión de la playa se distribuyen chiringuitos y "resorts de cabañas", y en ocasiones, dos en uno. Nosotros, particularmente elegimos un restaurante (Hi-Tide) que tenía tumbonas con sombrillas para tomar el sol, y allí nos hicimos fuertes todos los días. Podíamos despreocuparnos de nuestras cosas e irnos a bañar cuando quisiéramos, pedir la comida y volver a comer... y todo el día consumiendo no nos costaba más del equivalente a 13 € entre los dos (cervecitas, comida, postre, café, cervecitas, cena, postre y copa/s).

Por la mañana temprano, una buena opción fue hacer un viajecito en barco por los alrededores, con un pescador simpático y cantarín. Nos paseó por Butterfly Beach, Monkey Island y Honeymoon Beach, pero nuestro objetivo era ver delfines, y lo conseguimos. Era un grupo reducido, de unos 5 ejemplares, pero con la confluencia de otras tres barquichuelas no fue fácil hacerles un buen seguimiento para conseguir buenas fotos (entre los ruidos de los motores y los residuos del combustible en el agua, los pobres delfines no estaban cómodos).

En todo Goa, lo mejor es que tanto la comida como la bebida y el alojamiento son muy muy económicos, y sobre todo, la comida no es picante. De hecho, además de no ser picante, está exquisita, y tanto el pescado como el marisco local son excelentes y muy económicos. Y al no haber tanta restricción para conseguir una licencia para vender alcohol, aquí en Goa el precio es casi tres veces menor que en Hyderabad, y por 35 rupias (50 céntimos de euro), te puedes tomar un tercio de Kings (cerveza local) en un bar, mirando al mar.

En Palolem no hay tanto turista ni hay tanto paisano hindustaní; no hay agobio de vendedores/as en la playa; no hay aglomeración ni es una playa desierta; la vegetación colindante hace la vista muy agradable... sin duda, es el paraíso.

Pd.- Por cierto... vamos a pasar la Nochevieja en Palolem.

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