martes, 13 de noviembre de 2012

La tierra que Dios hizo para sí


Es lo que reza el motto de Kerala: "God's own country". Y al parecer, sabía bien lo que se hacía.

Para comenzar, debo decir que me han sorprendido mucho varias cosas, como por ejemplo, que Kerala es el lugar, sin duda alguna, donde más iglesias he visto en mi vida, por doquier. Y no sólo iglesias, sino "mini-torres" acristaladas donde se podían ver imágenes de la Virgen María, de Jesucristo o de San Jorge, por ejemplo. Por otro lado, cerca de Kochi (la "capital") y de camino a Munnar, comí un thali (que no estaba especialmente bueno) con el arroz de grano más grande que he visto en mi vida... casi que había que cortar cada grano con cuchillo y tenedor. Y sobre todo, lo espectacular de la vegetación y la amabilidad de la gente.

Comenzamos nuestra ruta desde el aeropuerto de Kochi, donde teníamos reservado un taxi por 8250 INR (poco más de 100 €) desde el miércoles hasta el domingo. Nuestro chófer (Kartik) era muy agradable y, al ser local, conocía todas las carreteras y lugares de interés al dedillo, lo que hizo que nuestro viaje no tuviera imprevistos.

Así, nuestra "ruta" fue:

DÍA 1: KOCHI - MUNNAR
Salir de Kochi, desde el aeropuerto, la verdad es que no aporta mucho, ya que de la ciudad se ve poco, pero no importa porque tampoco estaba en nuestra lista de lugares de visita obligatoria. La carretera de camino poco a poco se iba tornando en la carretera típica de una pedanía cualquiera de Murcia, con iglesias a ambos lados, colegios, tiendas de muebles, posters del Ché y banderas del Partido Comunista... curiosa mezcla.

Para comer, parada en la dhaba (restaurante de carretera) de los granos de arroz gigantes e insípido thali. Tras dejar atrás el parón del almuerzo, nos introducíamos en una vía lo suficientemente ancha para un coche en cada sentido, pero rodeada de una naturaleza selvática, ligeramente parecida a la que te encuentras al entrar al estado de Goa, y remotamente similar a la de la selva amazónica, con palmeras, lianas y árboles majestuosos por doquier.

A mitad de camino, parada en las cataratas Valara (con sus indios bañándose en calzoncillos y camiseta de tirantes y sus indias mojándose los sarees) y en un Spice Garden, donde un señor muy majo nos estuvo enseñando árbol tras árbol y matorral tras matorral, dándonos una muestra de cada uno de los ejemplares, desde cardamono o pimienta hasta "All spices" o clavo. Luego, como guiris y como tocaba, a comprar algo de cacao, café, pimienta en grano y nuez moscada para llevar a nuestra cocina de Hyderabad, a precio de guiri... pero bueno, por una vez no pasa nada.

Continuamos camino e iba paulatinamente anocheciendo. Aún a veces no me termino de acostumbrar en eso de invertir 4 horas para hacer apenas 150 kms, pero la verdad es que las curvas de la carretera y el constante tráfico empeñado en no ir por su carril dificultaba el alcanzar una velocidad de crucero superior, así que con las noche ya cerrada (sobre las 7 de la tarde), acabamos llegando a Munnar.

Al no haber reservado alojamiento antes y como si del puente del Pilar se tratara, se nos hizo complicado encontrar habitación, aun contando con la ayuda de algunos locales que de repente formaron parte de nuestro viaje e intentaron conseguirnos algo medio decente y a un precio razonable de entre sus contactos, sin mucho éxito. Al parecer, al ser Dussehra, toda (o casi toda) la India había decidido no sólo venir a Kerala sino hacer la misma ruta que nosotros, con lo que la ocupación hotelera estaba a tope. Finalmente, en uno de los viajes de hotel a hotel, atisbamos uno y tuvimos suerte de encontrar una habitación limpia, sin lujos, a buen precio y con balconcito "apañao". Tras dejar los bártulos y descansar brevemente, decidimos salir a cenar, pero con nuestra sorpresa notamos que toda la gente que una hora atrás daba vida al pueblecito de montaña de Munnar había desaparecido, casi todas las tiendas habían cerrado y prácticamente no había mucho donde elegir, excepto el Hotel Silvertips, frente a nuestro hotal, donde pudimos por lo menos dar cuenta de un buffet donde sólo quedaba una familia y nosotros.

Al no haber más que ver o hacer y el día había sido ya largo y pesado, descansar era, sin duda, la mejor opción.

DÍA 2: MUNNAR
Por la mañana, la vista que imaginábamos tener frente a nuestro balcón era incluso mejor de lo que esperábamos, con un campo de fútbol en primer plano y la montaña con su peculiar dibujo descrito por las plantaciones té al fondo... por un momento parecíamos estar en Asturias o Cantabria.

Este día tocaba visitas, así que comenzamos con un Jardín Botánico (donde había plantas con nombers poco más que curiosos), y tras varias fotos con espontáneos, hicimos camino en el coche hasta la presa Mattupetty y su lago, y allí hicimos un breve stop en el "Echo Point", el cual no está señalizado de ninguna manera. La única pista era oír cómo la gente gritaba improperios en diferentes idiomas y que sólo unos pocos elegidos eran los que conseguían respuesta sonora. Tras los dos primeros intentos a la tercera fue la vencida, y satisfecho por lo bien que lo había hecho, otra vez al coche y a nuestro próximo destino: Eravikulam National Park.

El coche se quedó abajo, en el parking, y Karthik también. Nosotros nos montamos en un autobús que nos subió montaña arriba, hasta que no se pudo más, así que empezamos nuestro trekking. Hordas de niños corrían desbocados frente a carteles que rogaban mantener silencio y respeto por la naturaleza mientras nosotros íbamos subiendo poco a poco el camino peatonal hasta el punto final del recorrido. Sólo vimos unos cuantos Nilgiri Tahr (que son como primos de los Arruís) y un par de lagartos poco más grandes que la palma de la mano, así que una vez llegados al punto de origen y tras una breve charla con una familia Punjabi (muy agradable, por cierto), a esperar el bus para bajar otra vez.

Intentando no demorar mucho la elección del lugar para pasar la noche, en un puesto de Internet reservamos el alojamiento para la misma noche y para la siguiente, así que decidimos que ya estaba bien de hacer turismo y preferimos ir a nuestro nuevo alojamiento, el Spice Garden Resort. El sitio estaba fuera de Munnar pero junto a unas cuantas tiendas, un Internet Cafe, y rodeado de montañas de té. La habitación estaba bastante bien, excepto por el hecho de que, al estar en medio del monte, en cuanto se encendía una pequeña luz, la habitación se llenaba de diversas especies de bichitos con alas... pero aparte de eso, el balcón brindaba unas vistas que realmente merecían la pena. 

Para seguir en el proceso de intentar dejar el resto del viaje reservado para evitar sustos en Allepey, llamamos a los números proporcionados por la Oficina de Turismo de Kerala para reservar un houseboat... y cuando digo que llamamos a los números de teléfono me refiero que llamamos a todos, sin ningún éxito. Decidimos pues ir a Internet y proceder de la misma manera, mirando las distintas opciones a través de Yatra, Makemytrip y Agoda, hasta que finalmente, tras casi una hora y varias llamadas, Makemytrip nos confirmó que teníamos reservado un Houseboat con un dormitorio para todo el sábado, y que sólo faltaba confirmar el pago, que sería realizado al día siguiente, ya que el propietario del Internet Cafe nos pedía la hora y quería cenar y acostarse.

Tras otra cena con buffet en otro Hotel que tenía mucha mejor pinta de lejos que de cerca (y no lo digo en sentido negativo en absoluto, sino que realmente el hotel de lejos parecía poco más que un palacio y luego no era para tanto), a descansar y a reponer energías para el día siguiente.

DÍA 3: MUNNAR - THEKKADY
La carretera a Thekkady era, si cabe, más espectacular todavía, y la selva se hacía más fuerte y frondosa. Pueblecito tras pueblecito y mansión tras mansión, 3 horas y media más tarde (95 km) llegamos a Thekkady, bastante diferente a Munnar. Todas las grandes montañas habían rebajado su altura y ahora estábamos rodeados de bosques, junto a una reserva de tigres: el parque nacional de Periyar.

Una vez dejamos el equipaje e hicimos el check-in en el hotel Thekkady Castle (muy limpio y correcto), decidimos hacer lo que sobre todo Ana quería hacer desde que llegó a India: montar en elefante. Con un pelazo que no veas y dos colmillos grandes, gruesos y preciosos, nuestro elefante particular nos invitó a subirnos y a dejarnos llevar por el contorneo de su caminar mientras Ana le acariciaba y yo intentaba sacar fotos (con resultados no excesivamente satisfactorios). De vez en cuando, el cuidador le daba órdenes en Malayalam (la lengua oficial de Kerala), y el paquidermo paraba y hacía el adorno para salir bien gracioso en la foto, levantando la trompa. Al terminar el paseo y después de darle unas cuantas caricias decidimos que ya era hora de comer.

El Hotal Sandra Palace tenía muy buena pinta y había festival de biryani, así que ahí que entramos. Y debo decir que allí me comí el mejor biryani de mi vida: yo me lo pedí con pescado, gambas, anacardos, pasas y cebolla frita y Ana se pidió un Malabar biryani con pollo, y ambos estaban deliciosos, así como el Chicken 65, y a muy buen precio (500 INR entre ambos).

Después, la obligada visita a Periyar National Tiger Reserve. Lamentablemente, y por estar la zona llena de turismo, no pudimos coger el barquito para dar una vuelta por el precioso lago, pero por lo menos pudimos dar un paseo por el interior del parque nacional. Muchos árboles y la mayoría muy grandes y bastantes monos... poco más. Y de vuelta al coche, de repente, un jabalí que se cruzó para ir al otro lado de la carretera. Tigres, por supuesto, ni uno.

Tras un breve descanso en la habitación, la actividad que yo esperaba con mucha alegría: Kathakali. El Kathakali es un teatro que según dicen data del S. XVII y cuya tradición se basa en transmitir historias épicas del Ramayana y otros libros sagrados mediante la mímica mientras la música acompaña la historia. Los actores van vestidos con ropajes extrafalarios para representar a sus personajes, que suelen ser héroes, demonios o princesas, y son auténticos maestros de la gesticulación facial, haciendo también mudras (combinaciones de posturas con las manos que tienen carácter sagrado). La obra comenzó con una breve explicación de los gestos más habituales y un corto resumen de la historia en la que se basaba la representación. Tan gratificante como extraño, a mí me encantó, y no rechacé la posibilidad de hacerme una foto con los dos actores al final de la obra.

Al salir del "teatro" decidimos pasear un poco por el pueblo y finalmente dimos con EL BAR. Y lo escribo así porque sólo hay uno,y con un luminoso bien grande en la azotea del Hotel donde se hallaba. El interior tenía una luz azulada y un camarero nos condujo a un "reservado", que no era más que un pequeño cubículo con puertas que tapaban de las rodillas hasta la cabeza, dando una cierta intimidad y claustrofobia a mi parecer, bastante confortables. La comida estaba bastante bien y por lo menos pudimos tomarnos una cerveza mientras ilusionados esperábamos la llegada del día siguiente y su jornada en el houseboat, que ya habíamos pagado. Y como en este pueblecito tampoco había mucho más que hacer, pues al hotel a descansar.

DÍA 4: THEKKADY - ALLEPEY
Otro camino más por carretera (con sus 145 km en 4 horas) se podía soportar, sobre todo tras la llamada de Makemytrip confirmándonos que todo estaba ok y que el houseboat nos estaba esperando. Al llegar a Allepey decidimos llamar al proveedor del houseboat la dirección exacta del embarcadero, pero éste, en vez de cogernos el teléfono, nos mandó un SMS que decía que todos los barcos estaban llenos para ese día. Como es normal, llamamos a Makemytrip para exponerles el problema e intentar encontrar una solución lo antes posible. Una vez que les expusimos el problema, la llamada misteriosamente se cortó y no hubo manera de contactar con ellos en ninguno de los 6 números que teníamos. Miserables...

Así que la historia, como no era de esperar pero no de extrañar en este país, había dado un giro. En vez de pasar el día entero navegando en un barco grande con cubierta superior y una habitación para nosotros y la comida hecha por la tripulación, decidimos adoptar un plan B: alquilar una barquita más pequeña para un paseo de 4 horas y un hotel en la costa para la noche.

Sinceramente y como dice Ana, los backwaters de Allepey parecían la Gran Vía en hora punta, y se podían ver hasta 7 houseboats navegando detrás de nosotros, y de verdad no puedo recordar cuántos barcos distintos vimos a lo largo de nuestra travesía en la Chikkada (barco pequeño con motor). El paisaje era absolutamente maravilloso, y afortunadamente, al ir en un barco considerablemente más pequeño que el resto, pudimos meternos por estrechos canales y disfrutar de su belleza, tanto del paisaje como de las casas y la gente que allí habita. Niños pescando, señoras lavando la ropa o señores bañándose en el río hacían de dignos figurantes de este placentero viaje. Paramos en un "restaurante" de una ribera para comprar hielo, y me encantó ver un precioso Milano Indio salvaje (hasta cierto punto, claro) sin pihuelas ni otra identificación, que sin mucha duda, en cuanto le llamé y le cogí las patas, se posó en mi puño dócilmente y se dejó acariciar. Gracias a Ana tengo ese bonito momento inmortalizado.

Terminado el paseo y la noche echándose encima, emprendimos marcha al Marari Fishermen Village Beach Resort, nuestro hotel, a unos 12 km de Allepey. Las habitaciones eran bungalows modernos y limpios cerca de la playa, con el baño y ducha descubiertos como en Agonda Beach, Goa. La cena estaba bien, pero realmente hay que decir que el servicio era bastante lento, y tardaron demasiado en servirnos el plato de pescado, aunque la verdad es que estaba tan bueno que casi mereció la pena esperar. Con el ruido del mar de fondo y la barriga llena, sólo quedaba descansar nuestra última noche en Kerala antes de volver a nuestro Hyderabad.

DÍA 5: ALLEPEY - AEROPUERTO
Para aprovechar la experiencia un poco más, decidimos levantarnos un poco antes y darnos un paseo por la playa, entre cangrejos que entraban y salían de sus agujeros en la arena y pescadores cuya captura puesta a secar por doquier aportaba a la playa de Mararikulam un aroma a arenque... No muy romántico pero bueno, no se puede pedir más, teniendo en cuenta que éramos, junto a los pescadores y 3 perros, las únicas personas allí.

Desayuno entre palmeras y ducha... estábamos ya preparados para despedirnos del paraíso y de esta maravillosa tierra, a la que quizá volvamos en un tiempo, pues yo por lo menos, y gracias a Makemytrip (modo ironía en ON) me quedé con ganas de disfrutar de un día en houseboat aunque bueno, también en Andhra Pradesh tenemos el gran río Godavari y Konaseema. De todos modos, Kerala es a mi parecer una tierra que tiene mucho que ofrecer y mucho que ver, sobre todo si hay tiempo para viajar y descubrir, además de para visitar. Creo que si Dios hizo esta tierra para sí, no se equivocó.

4 comentarios:

  1. La capital de Kerala es Thiruvananthapuram no Kochi.

    ResponderEliminar
  2. por eso escribí la "capital"... es donde se mueve "tó el cotarro"... saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ah ok no vi o no estaban las comillas antes pero gracias por la aclaracion.De todas formas un articulo muy interesante y genial experiencia.Un saludo!.

      Eliminar
    2. no problem, :) gracias y un saludo!

      Eliminar